Dentro de un estudio general que pretende comparar la situación laboral de los autores de viñetas en la prensa diaria española con la de sus homólogos en otros países, entre agosto y noviembre de 2008 procedimos primero a localizar y luego a contactar con diversos autores, solicitándoles información acerca de las condiciones en que realizan sus trabajos.
Para conocer la situación de las viñetas y los viñetistas de prensa en Italia, procedimos a una revisión bibliográfica, una búsqueda en Internet, y a contactar personalmente con diversos viñetistas: Sergio Staino (L’Unità), Giulio Laurenzi (Quotidiano della Basilicata, L’Unità, Corriere della Sera), Paolo Marengo (Giornale del Piemonte, Tuttosport, Torino Cronaca, Corriere del Giorno Della Puglia e della Lucania) y Nino Schilleci (Giornale di Sicilia). Las manifestaciones de Giulio Laurenzi y Sergio Staino se recibieron por correo electrónico el 29 de agosto de 2008; las de Nino Schillechi se recibieron por el mismo medio el 28 y 29 de agosto de 2008; la de Paolo Marengo, el 30 de agosto de 2008. A continuación se resumen los resultados obtenidos.
Comenzando por la denominación de la profesión y de sus obras, los términos más extendidos son “vignettista” y “vignetta”, respectivamente, en ocasiones matizados como “vignetta umoristica". No obstante, en algunas ocasiones se utilizan también otros términos, sobre todo relacionados con la sátira: “autore di satira”, “disegnatore satirico” o “satira politica”. Conviene aclarar que “fumetto” y “fumettista”, dos términos muy extendidos, se aplican de forma preferente al mundo del cómic –como explica Schillechi– y de la animación gráfica:
“El viñetista es el que crea una viñeta única (la viñeta puede ser cómica, satírica o polémica), el fumettista crea el fumetto (el fumetto puede ser cómico, fantástico, de acción, thriller, horror, etc.), que es una historia dibujada de varias páginas: por ejemplo, un fumetto como DIABOLIK está dibujado por un fumettista. El que un viñetista pueda hacer de fumettista, y que un fumettista pueda hacer de viñetista, depende de la capacidad del artista”.
Según señalan los propios autores, la situación laboral de los viñetistas italianos no se diferencia mucho de la de sus colegas españoles, más allá de las diferencias que pueden existir entre el periodismo, a nivel general, de ambos países.
Como en España, numerosos periódicos impresos incluyen viñetas, con la matización de que en Italia se ubican casi siempre en la primera página. En este aspecto, Nino Schillechi señala que todos los periódicos italianos incluyen viñetas, mientras que Paolo Marengo indica: “No todos los periódicos italianos tienen la costumbre de incluir en viñetas en sus páginas, de manera que el trabajo para los viñetistas se ha ido reduciendo poco a poco”. Las dos décadas de trabajo de Marengo, su carrera profesional en media docena de medios distintos, y el hecho de que esté casado con otra viñetista, nos inclina a darle más credibilidad, teniendo en cuenta que incluso en España, donde las viñetas son muy habituales, existen periódicos sin ninguna, como Area, en La Línea de la Concepción. En la relación laboral entre los viñetistas y sus periódicos predomina el contrato de colaboración externa (freelance) y una baja remuneración, obviamente con la excepción de los grandes nombres del sector.
“Casi todos los viñetistas funcionan a base de contratos de colaboración sin ningún tipo de garantías, a excepción de algunas firmas históricas de la sátira italiana como Forattini, Giannelli, Vauro y Altan. Otros trabajan a partir de simples acuerdos telefónicos, sin ningún tipo de contrato. Yo siempre he preferido contractualizar mis relaciones, aunque las formas actuales de colaboración son absolutamente diferentes unas de otras. Muchos viñetistas famosos han muerto prácticamente en la miseria después de haber sido firmas excelentes durante muchos años (como el caso reciente del pobre Angese). Salvo Forattini y Giannelli, que siempre han cobrado mucho (…), y exceptuando a Altan (cuya fortuna depende exclusivamente de sus libros para niños, como “La Pimpa”) y a Vauro, que percibe el mínimo sindical como empleado de “Il Manifesto” con un contrato de las cooperativas (el director de este periódico no supera los 3.000 euros al mes), para todos los demás las cifras son absolutamente ridículas. Yo, por las colaboraciones actuales, me las apaño para recibir entre 35 y 50 euros como máximo por cada viñeta, y algo más cuando hago ilustraciones. Por suerte trabajo todos los días y para más publicaciones” (Paolo Marengo).
Sergio Staino ahonda en esta percepción: “Actualmente estoy dirigiendo un suplemento satírico que sale cada lunes con el diario L’Unità, donde trabajan muchos jóvenes dibujantes y escritores satíricos que tienen los problemas [de contrato y salario] y todavía se consideran muy dichosos por trabajar en ese pequeño periódico”.
Como en nuestro país, no existen en Italia agencias que comercialicen viñetas a la manera de los syndicates estadounidenses.
“En Italia tampoco existe un sindicato de viñetistas, y la única vez que he oído hablar de ello fue durante la entrega de un premio a mi mujer (que también es viñetista) en Mantua, por parte de algunos exponentes de la organización del premio (con motivo de los cien años de la organización sindical CGIL), todos sindicalistas además de viñetistas” (Paolo Marengo).
Claro que, como veremos cuando abordemos la situación en los propios Estados Unidos, hay quien se pronuncia en contra de la posibilidad de tal tipo de empresa sindicada:
“Hace muchos años que soy cartoonist en varios diarios italianos, y sobre todo en el diario L’Unità, diario relacionado con el máximo partido de la izquierda italiana. Esa vejez me pone entre uno de las cinco o seis iconos de la caricatura en nuestro país, y por eso no tengo mucho interés en el desarrollo de un sindicato de categoría” (Sergio Staino).
Como en España, los autores complementan los ingresos que les reporta su espacio diario con otros procedentes de otros ámbitos, con frecuencia relacionados con las viñetas. Por ejemplo, Nino Schillechi dibuja viñetas para las televisiones locales de Palermo, Cagliari y Terni (aunque “se dice que la Tv y los sitios de Internet te dan visibilidad pero nada de dinero”), y Giulio Laurenzi dirige un suplemento satírico semanal en el Quotidiano della Basilicata denominado Il Quotidiano della Satira. No obstante, “en Italia no existe ninguna revista satírica; después de haber tenido grandes títulos como Il Male, Tango y Cuore, las últimas experiencias de Boxer y Parcondicio (con el cual colaboré durante un año) han fracasado porque la gente no las compra. La única publicación mensual que resiste es Linus, pero también incluye cómics” (Paolo Marengo).
Sergio Staino ahonda en esta percepción: “Actualmente estoy dirigiendo un suplemento satírico que sale cada lunes con el diario L’Unità, donde trabajan muchos jóvenes dibujantes y escritores satíricos que tienen los problemas [de contrato y salario] y todavía se consideran muy dichosos por trabajar en ese pequeño periódico”.
Como en nuestro país, no existen en Italia agencias que comercialicen viñetas a la manera de los syndicates estadounidenses.
“En Italia tampoco existe un sindicato de viñetistas, y la única vez que he oído hablar de ello fue durante la entrega de un premio a mi mujer (que también es viñetista) en Mantua, por parte de algunos exponentes de la organización del premio (con motivo de los cien años de la organización sindical CGIL), todos sindicalistas además de viñetistas” (Paolo Marengo).
Claro que, como veremos cuando abordemos la situación en los propios Estados Unidos, hay quien se pronuncia en contra de la posibilidad de tal tipo de empresa sindicada:
“Hace muchos años que soy cartoonist en varios diarios italianos, y sobre todo en el diario L’Unità, diario relacionado con el máximo partido de la izquierda italiana. Esa vejez me pone entre uno de las cinco o seis iconos de la caricatura en nuestro país, y por eso no tengo mucho interés en el desarrollo de un sindicato de categoría” (Sergio Staino).
Como en España, los autores complementan los ingresos que les reporta su espacio diario con otros procedentes de otros ámbitos, con frecuencia relacionados con las viñetas. Por ejemplo, Nino Schillechi dibuja viñetas para las televisiones locales de Palermo, Cagliari y Terni (aunque “se dice que la Tv y los sitios de Internet te dan visibilidad pero nada de dinero”), y Giulio Laurenzi dirige un suplemento satírico semanal en el Quotidiano della Basilicata denominado Il Quotidiano della Satira. No obstante, “en Italia no existe ninguna revista satírica; después de haber tenido grandes títulos como Il Male, Tango y Cuore, las últimas experiencias de Boxer y Parcondicio (con el cual colaboré durante un año) han fracasado porque la gente no las compra. La única publicación mensual que resiste es Linus, pero también incluye cómics” (Paolo Marengo).
La consideración que merecen las viñetas en Italia es diversa, en función de los medios y los autores. Schillechi afirma que “mi opinión es que las personas aprecian mucho las viñetas pero las toman como un pasatiempo y no tienen idea de qué significa hacer una viñeta, ni lo consideran como un trabajo”, mientras que Sergio Staino señala que “personalmente soy considerado un opinionista político que se exprime a través de la caricatura”. Paolo Marengo afirma que se ha producido un importante cambio “desde una época de oro en los años setenta, en la que se disparaba la sátira en la primera página, hasta hoy, cuando una especie de complacencia con el poder ha hecho que muchos directores prefieran desembarazarse de la presencia ingobernable de los viñetistas”. En esta línea, añade, “la consideración de los viñetistas se ha hundido clamorosamente durante el último decenio (…) y también aquí somos considerados solo «personas que hacen reír» y no autores de opinión. Estamos muy lejos de la gran consideración que tienen los viñetistas franceses o anglosajones”. Profundiza Marengo en su denuncia al quejarse de que “no gozamos de gran estima por parte de los periodistas, que con frecuencia intentan boicotear nuestro trabajo a pesar de los acuerdos con los directores, haciendo que nos quebremos la cabeza con los argumentos de los temas a tratar, y con frecuencia y a propósito impidiendo que dispongamos de los espacios adecuados (esta es una situación muy habitual en los periódicos deportivos, absolutamente refractarios a la sátira contra los jugadores de fútbol; una prueba es que a mí me tuvieron cuatro años siguiendo exclusivamente el ciclismo con el Giro d’Italia, el Tour de Francia y la Vuelta, produciendo viñetas cada día para un deporte considerado menor”.