Ricardo Tejeiro Salguero (2009i)
Dentro de un estudio general que pretende comparar la situación laboral de los autores de viñetas en la prensa diaria española con la de sus homólogos en otros países que nos sirven de referencia, entre agosto y noviembre de 2008 procedimos primero a localizar y luego a contactar con diversos autores, solicitándoles información acerca de las condiciones en que realizan sus trabajos.
En los Estados Unidos, los periódicos publican diariamente un número variable de tiras y viñetas, aportadas bien por los autores incluidos en su propia plantilla, bien por los sindicatos de viñetistas a los que numerosos autores se encuentran afiliados. De hecho, en las últimas décadas la tendencia ha sido a la reducción del número de los primeros –que han pasado de unos 150 en los años 80 hasta unos 85 en la actualidad (Davies, 2004)– en detrimento de los segundos, hasta el punto de que periódicos de la talla de The New York Times o The Wall Street Journal no disponen de ningún viñetista en plantilla (Sinclair Mccartney, 2002). Como se lamenta J.P. Trostle, “los periódicos familiares, fuera cual fuese su circulación, solían disponer de un viñetista en plantilla, lo que era fuente de orgullo cívico. Pero hoy la crisis se vive incluso entre los periódicos independientes con una larga tradición en viñetas editoriales, con el resultado de que el puesto de muchos autores parece depender de una especie de juego de las sillas musicales” (Trostle, 2004, p.10). Time Nelly, editor del Lexington Herald, de Kentucky, resume el punto de vista del periódico de la siguiente manera: “Sabemos perfectamente que por una fracción de lo que nos cuesta un viñetista en plantilla podemos adquirir los trabajos de los mejores viñetistas del país sobre temas nacionales e internacionales” (en Plante, 2004, p.12).
“Existe un interesante debate entre los viñetistas respecto al daño que la sindicación produce en nuestro oficio, en la medida en que permite que los periódicos compren mis dibujos, por ejemplo, por mucho menos dinero del que deberían pagar a un viñetista independiente por un material original. Cuando comencé con las viñetas (…) encontré que esta fría realidad de un mercado libre resultaba un problema, y los editores me decían que podían comprar material sindicado de los principales viñetistas por muy poco dinero, y preguntaban por qué debían comprar el mío. Así que me lo tomé como un reto, trabajé MUY duro, fui muy persistente, tuve algo de suerte, y me las arreglé para convertirme en uno de «esos viñetistas que compran los editores». Sigue siendo duro ser viñetista aquí, pero las reglas son las mismas. Mucho trabajo duro, una buena dosis de suerte (y un poquitito de talento…), y puedes ganarte la vida decentemente. Estoy seguro de que España es diferente por la sencilla razón de que el número de periódicos y revistas impresas no justifica un sindicato nacional, mientras que en los Estados Unidos se imprimen miles de publicaciones (Matt Davies; comunicación personal al autor para el presente trabajo, 11 de agosto de 2008). “Déjame que destaque el número cada vez más reducido de viñetistas que todavía están incluidos en la plantilla de los periódicos de los Estados Unidos. Me temo que estamos yendo hacia vuestro modelo [por España]; trabajo freelance mal pagado. La sindicación es una buena forma de ganar algo más, pero tampoco supone mucho dinero” (Scout Stantis; comunicación personal al autor para el presente trabajo, 12 de agosto de 2008).
El auge de los sindicatos de distribución de viñetas tiene diversos efectos sobre la profesión. Al margen de la evidente posibilidad de ver sus trabajos publicados en decenas o incluso centenares de periódicos de manera simultánea, algunos viñetistas como Mark Fiore (2004) destacan la independencia y la libertad que supone el no depender de un solo medio y un reducido número de editores con unos gustos y preferencias determinados. Otros lamentan lo que consideran un efecto perverso sobre aspectos como la cercanía a los temas locales, o incluso sobre la creatividad de los autores.
Respecto al primer asunto, es evidente que la principal aportación que supone el disponer de un viñetista en plantilla es “la dimensión añadida que proporciona en términos de comentario local” (Tim Kelly, en Plante, 2004, p.12). A los propios periódicos les interesa, editorial y comercialmente, proporcionar a sus lectores una conexión con los temas locales, no solo a través de sus noticias sino también mediante las viñetas. Los lectores se ven especialmente reflejados en las viñetas locales (John Temple, editor del Rocky Mountain News de Denver, Colorado, en Plante, 2004, p.12), que a su vez proporcionan “la ventana más accesible al carácter del periódico y de su ciudad” (Marlette, 2004, p.21), evocando en sus dibujos los paisajes y la arquitectura de la región (Stein, 2004, p.39).
En este sentido, ningún viñetista sindicado tiene la capacidad de conectar con los temas locales” (Stantis, 2004, p.37). “Los viñetistas sindicados no aportan a los periódicos el sabor local que hace falta para enganchar totalmente a las audiencias. Nunca conectan de forma directa con sus lectores de la manera en que lo hace un buen viñetista local” (Zakarian, 2004, p.16).
Por otra parte, el deseo de adaptar el mensaje a una amplia variedad de medios, lectores y puntos de vista empuja a muchos autores a moderar el tono de sus obras, a centrarse en los temas –en ocasiones escasos– que pueden resultar relevantes para todos los potenciales clientes, e incluso a homogeneizar el estilo de sus trabajos, todo lo cual ha sido denunciado de forma repetida por viñetistas y editores. En esta línea, Ed Stein (2004) afirma que “cualquier día encontramos una cantidad de viñetas tan repetitiva que atonta, todas sobre el mismo tema y usando las mismas metáforas e imágenes visuales. No se trata de un plagio grupal, pero sí parece un caso sospechoso de pensamiento de grupo. Con la excepción de un puñado de artistas que hacen un esfuerzo consciente por desarrollar un estilo gráfico distintivo, nuestro dibujos, con pequeñas diferencias estilísticas, se parecen mucho unos a otros” (Stein, 2004, pp.39-40). Y Mary Ann Lindley, editoria de página editorial del Tahallassee Democrat, lo resume e la siguiente manera: “Como editora, estoy cansada de ver que los viñetistas sindicados, cuyos trabajos compramos y publicamos, proporcionan una riada de viñetas homogéneas” (Lindley, 2004, p.35).
La homogeneidad, favorecida por la publicación de muchos trabajos en Internet, alcanza incluso a los estilos gráficos, como señalan Colldeweith y Goldstein (1998) en su exhaustiva revisión a más de veinte viñetistas estadounidenses: “Muchos de los autores que entrevistamos eran conscientes de esto. En fechas recientes han cambiado sus estilos de letra, entintado, sombrado o resaltado de las figuras, en un esfuerzo por distinguir su trabajo del de sus colegas” (p.10).
Respecto al último de los aspectos citados –la publicación en las ediciones de los periódicos en Internet– las ventajas económicas de la sindicación se suman a la amplia difusión de estos medios para reducir aún más la probabilidad de que la prensa cuente con viñetas de contenido local, difícilmente comprensibles para lectores de otros lugares.
No obstante todo lo anterior, y aunque el debate dentro de la profesión se polariza entre “staff cartoonists” (o viñetistas en plantilla) y “syndicated cartoonists” (viñetistas sindicados), existe una tercera posibilidad que en los Estados Unidos se conoce como “freelance cartoonist”, y que, aunque en nuestro país tiende cada vez más a utilizarse el término freelancer en relación con otros empleos, entre nosotros se ajusta a lo que se entiende por “colaborador”. El prestigioso viñetista Matt Davies lo explica de la siguiente manera:
“En los Estados Unidos hay unos 100 viñetistas incluidos en la plantilla de los periódicos y que cobran bastante bien, de ellos quizá una veintena con sueldos muy buenos (entre los más altos del país). También hay un gran número de freelancers a quienes se paga muy poco” (Matt Davies; comunicación personal al autor para el presente trabajo, 11 de agosto de 2008).
“Un freelancer tiene libertad para publicar donde quiera, pero carece de contrato, pensión, seguro médico, etc. Los viñetistas de plantilla son empleados de los periódicos, como los reporteros o los editores” (Matt Davies; comunicación personal al autor para el presente trabajo, 12 de agosto de 2008).
Dentro de un estudio general que pretende comparar la situación laboral de los autores de viñetas en la prensa diaria española con la de sus homólogos en otros países que nos sirven de referencia, entre agosto y noviembre de 2008 procedimos primero a localizar y luego a contactar con diversos autores, solicitándoles información acerca de las condiciones en que realizan sus trabajos.
En los Estados Unidos, los periódicos publican diariamente un número variable de tiras y viñetas, aportadas bien por los autores incluidos en su propia plantilla, bien por los sindicatos de viñetistas a los que numerosos autores se encuentran afiliados. De hecho, en las últimas décadas la tendencia ha sido a la reducción del número de los primeros –que han pasado de unos 150 en los años 80 hasta unos 85 en la actualidad (Davies, 2004)– en detrimento de los segundos, hasta el punto de que periódicos de la talla de The New York Times o The Wall Street Journal no disponen de ningún viñetista en plantilla (Sinclair Mccartney, 2002). Como se lamenta J.P. Trostle, “los periódicos familiares, fuera cual fuese su circulación, solían disponer de un viñetista en plantilla, lo que era fuente de orgullo cívico. Pero hoy la crisis se vive incluso entre los periódicos independientes con una larga tradición en viñetas editoriales, con el resultado de que el puesto de muchos autores parece depender de una especie de juego de las sillas musicales” (Trostle, 2004, p.10). Time Nelly, editor del Lexington Herald, de Kentucky, resume el punto de vista del periódico de la siguiente manera: “Sabemos perfectamente que por una fracción de lo que nos cuesta un viñetista en plantilla podemos adquirir los trabajos de los mejores viñetistas del país sobre temas nacionales e internacionales” (en Plante, 2004, p.12).
“Existe un interesante debate entre los viñetistas respecto al daño que la sindicación produce en nuestro oficio, en la medida en que permite que los periódicos compren mis dibujos, por ejemplo, por mucho menos dinero del que deberían pagar a un viñetista independiente por un material original. Cuando comencé con las viñetas (…) encontré que esta fría realidad de un mercado libre resultaba un problema, y los editores me decían que podían comprar material sindicado de los principales viñetistas por muy poco dinero, y preguntaban por qué debían comprar el mío. Así que me lo tomé como un reto, trabajé MUY duro, fui muy persistente, tuve algo de suerte, y me las arreglé para convertirme en uno de «esos viñetistas que compran los editores». Sigue siendo duro ser viñetista aquí, pero las reglas son las mismas. Mucho trabajo duro, una buena dosis de suerte (y un poquitito de talento…), y puedes ganarte la vida decentemente. Estoy seguro de que España es diferente por la sencilla razón de que el número de periódicos y revistas impresas no justifica un sindicato nacional, mientras que en los Estados Unidos se imprimen miles de publicaciones (Matt Davies; comunicación personal al autor para el presente trabajo, 11 de agosto de 2008). “Déjame que destaque el número cada vez más reducido de viñetistas que todavía están incluidos en la plantilla de los periódicos de los Estados Unidos. Me temo que estamos yendo hacia vuestro modelo [por España]; trabajo freelance mal pagado. La sindicación es una buena forma de ganar algo más, pero tampoco supone mucho dinero” (Scout Stantis; comunicación personal al autor para el presente trabajo, 12 de agosto de 2008).
El auge de los sindicatos de distribución de viñetas tiene diversos efectos sobre la profesión. Al margen de la evidente posibilidad de ver sus trabajos publicados en decenas o incluso centenares de periódicos de manera simultánea, algunos viñetistas como Mark Fiore (2004) destacan la independencia y la libertad que supone el no depender de un solo medio y un reducido número de editores con unos gustos y preferencias determinados. Otros lamentan lo que consideran un efecto perverso sobre aspectos como la cercanía a los temas locales, o incluso sobre la creatividad de los autores.
Respecto al primer asunto, es evidente que la principal aportación que supone el disponer de un viñetista en plantilla es “la dimensión añadida que proporciona en términos de comentario local” (Tim Kelly, en Plante, 2004, p.12). A los propios periódicos les interesa, editorial y comercialmente, proporcionar a sus lectores una conexión con los temas locales, no solo a través de sus noticias sino también mediante las viñetas. Los lectores se ven especialmente reflejados en las viñetas locales (John Temple, editor del Rocky Mountain News de Denver, Colorado, en Plante, 2004, p.12), que a su vez proporcionan “la ventana más accesible al carácter del periódico y de su ciudad” (Marlette, 2004, p.21), evocando en sus dibujos los paisajes y la arquitectura de la región (Stein, 2004, p.39).
En este sentido, ningún viñetista sindicado tiene la capacidad de conectar con los temas locales” (Stantis, 2004, p.37). “Los viñetistas sindicados no aportan a los periódicos el sabor local que hace falta para enganchar totalmente a las audiencias. Nunca conectan de forma directa con sus lectores de la manera en que lo hace un buen viñetista local” (Zakarian, 2004, p.16).
Por otra parte, el deseo de adaptar el mensaje a una amplia variedad de medios, lectores y puntos de vista empuja a muchos autores a moderar el tono de sus obras, a centrarse en los temas –en ocasiones escasos– que pueden resultar relevantes para todos los potenciales clientes, e incluso a homogeneizar el estilo de sus trabajos, todo lo cual ha sido denunciado de forma repetida por viñetistas y editores. En esta línea, Ed Stein (2004) afirma que “cualquier día encontramos una cantidad de viñetas tan repetitiva que atonta, todas sobre el mismo tema y usando las mismas metáforas e imágenes visuales. No se trata de un plagio grupal, pero sí parece un caso sospechoso de pensamiento de grupo. Con la excepción de un puñado de artistas que hacen un esfuerzo consciente por desarrollar un estilo gráfico distintivo, nuestro dibujos, con pequeñas diferencias estilísticas, se parecen mucho unos a otros” (Stein, 2004, pp.39-40). Y Mary Ann Lindley, editoria de página editorial del Tahallassee Democrat, lo resume e la siguiente manera: “Como editora, estoy cansada de ver que los viñetistas sindicados, cuyos trabajos compramos y publicamos, proporcionan una riada de viñetas homogéneas” (Lindley, 2004, p.35).
La homogeneidad, favorecida por la publicación de muchos trabajos en Internet, alcanza incluso a los estilos gráficos, como señalan Colldeweith y Goldstein (1998) en su exhaustiva revisión a más de veinte viñetistas estadounidenses: “Muchos de los autores que entrevistamos eran conscientes de esto. En fechas recientes han cambiado sus estilos de letra, entintado, sombrado o resaltado de las figuras, en un esfuerzo por distinguir su trabajo del de sus colegas” (p.10).
Respecto al último de los aspectos citados –la publicación en las ediciones de los periódicos en Internet– las ventajas económicas de la sindicación se suman a la amplia difusión de estos medios para reducir aún más la probabilidad de que la prensa cuente con viñetas de contenido local, difícilmente comprensibles para lectores de otros lugares.
No obstante todo lo anterior, y aunque el debate dentro de la profesión se polariza entre “staff cartoonists” (o viñetistas en plantilla) y “syndicated cartoonists” (viñetistas sindicados), existe una tercera posibilidad que en los Estados Unidos se conoce como “freelance cartoonist”, y que, aunque en nuestro país tiende cada vez más a utilizarse el término freelancer en relación con otros empleos, entre nosotros se ajusta a lo que se entiende por “colaborador”. El prestigioso viñetista Matt Davies lo explica de la siguiente manera:
“En los Estados Unidos hay unos 100 viñetistas incluidos en la plantilla de los periódicos y que cobran bastante bien, de ellos quizá una veintena con sueldos muy buenos (entre los más altos del país). También hay un gran número de freelancers a quienes se paga muy poco” (Matt Davies; comunicación personal al autor para el presente trabajo, 11 de agosto de 2008).
“Un freelancer tiene libertad para publicar donde quiera, pero carece de contrato, pensión, seguro médico, etc. Los viñetistas de plantilla son empleados de los periódicos, como los reporteros o los editores” (Matt Davies; comunicación personal al autor para el presente trabajo, 12 de agosto de 2008).
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